2013 ha sido el sexto año de no soy director de cine. Con el paso del tiempo, las circunstancias me alejan del blog, donde ahora más que nunca ya sólo queda escribir por amor al arte (en realidad el único motivo verdadero que he tenido). Con las redes sociales y el auge de tumblr, el blog sólo tiene sentido en entradas largas a las que soy incapaz de dedicar menos de tres o cuatro horas, un tiempo en el que rara vez no hay algo más urgente o menos pesado que hacer. Sin embargo, ninguna de esas cosas atestigua mi dedicación al cine ni calma mi inquietud como un post listo para publicarse. Así, son más las veces que lamento dejar pasar la oportunidad de escribir algo que las que no atiendo esto por olvido; y así, me gusta aprovechar la práctica borrega de las listas para dejar constancia de lo que he visto y saldar, en parte, la deuda con mis lectores.
A continuación tenéis las películas del año pasado que más me gustaron. Feliz 2014.
A propósito de Llewyn Davis (2013)
En la línea de Un tipo serio, los Coen nos invitan a reflexionar, en primera instancia, sobre los motivos del fracaso de su protagonista y, por extensión, en si las decisiones que tomamos tienen algún peso en nuestras vidas o somos marionetas en manos de un Dios al que le gusta ponerlo difícil. E igual que en Un tipo serio, la lectura superficial es que a Llewyn le ha mirado un tuerto y, sin embargo, prestando más atención, la cosa no es así de fácil.
Hago la trampa de incluir un estreno de 2014 porque llevamos muy poco de año y porque A propósito de Llewyn Davis estáis a tiempo de verla en el cine; que tratándose de una de las mejores de los Coen, es algo que deberíais hacer.
The Act of Killing (2012)
(SPOILERS) Acaso todo el documental de Joshua Oppenheimer sea la última escena, el verdugo impune asqueado hasta la náusea, literalmente, al darse cuenta de la inconmensurable infamia de sus crímenes en el mismo lugar en que los cometió. Hay más, mucho más, en este grotesco y devastador estudio de lugares del alma tan horribles, que sólo concebirlos resulta espantoso y deprimente, pero las arcadas de Anwar me persiguen todavía, y sea la suya una revelación profunda y verdadera, o sea una revelación a medias, impuesta por la presión y las cámaras, como cuando un niño llora arrependito porque es lo supone que debe hacer, Joshua Oppenheimer no captura algo fingido, sino el mayor acercamiento a el alma de un hombre al que puede aspirar un documental.
Drug War (2012)
Otra de Johnnie To que no se estrena en España y que debería ser de visionado obligatorio para cualquier productor de Hollywood (y del mundo entero) que esté pensando hacer una película de acción. En Milkyway Image, la productora fundada por el guionista y productor Wai Ka-fai y el productor y director Johnnie To, no repiten la información crucial, les gustan las sorpresas, las tramas complicadas y los personajes con motivaciones contradictorias y, ay Dios, ¡las escenas de acción están dirigidas!: la cámara no se mueve si no hace falta, la puesta en escena es milimétrica, y cada corte responde a una necesidad dramática o expositiva. Uno de los placeres de ver Drug War (y Election, y Election 2, y Fong juk…) es ése que cura la frustación y que consiste en ver cosa bien hecha después de mil chapuzas. Si además hay venganzas, traiciones, dinero, drogas y tiros, ¿qué más queremos?
Efectos secundarios (2013)
En su momento dije que “Soderbergh y Scott Z. Burns enlazan motivos y claves con el énfasis justo para que pasen desapercibidos y a la vez cohesionar el conjunto: la eufórica exhalación de Martin después de hacer el amor, por fin, con su mujer (“¡El que haya inventado estas pastillas se va a hacer millonario!”) es curiosamente premonitoria; el bolígrafo de Ablixa, que la primera vez no vemos en primer plano; las cejas de Catherine Zeta-Jones; el uso ambiguo de la frase “La depresión es la incapacidad de construir un futuro”; la también ambigua noción de “Ponerse mejor”; el eco entre los planos que abren y cierran la película.”
Gravity (2013)
He visto Gravity dos veces más desde que escribí este post, una de ellas en la enorme pantalla de un IMAX y en 3D, y hay escenas que conservan su impacto, poco común cuando ves algo venir. La historia, con su bien traída espiritualidad y algún símbolo más obvio de la cuenta, no está a la altura de la proeza técnica. Pero ni falta que hace. La volvería a ver en un buen cine esta misma noche.
Por otra parte, descubrí que el dolor de cabeza que me causa el 3D es porque al ladear la cabeza en el cine anulo el efecto. Al estar las gafas polarizadas verticalmente, si ladeas la cabeza empiezas a ver doble, y sales del cine con resaca. Firme y mirada al frente, los problemas desaparecen (al menos en parte). A los que hicieron la mili les resultará más fácil.
The Master (2012)
La vimos Bea y yo a principios de año, a ella no le gustó nada, y a mí, qué le voy a hacer, me pierden las historias cuyo protagonista no está muy bien de la cabeza, y que son ambiguas al estar narradas desde el punto de vista de alguien que no está muy bien de la cabeza. Ver a Joaquin Pheonix y Phillip Seymour Hoffman en acción me quita la nostalgia por los grandes actores americanos de los 70.
Mud (2012)
Me sorprende el poco ruido que ha hecho Mud. No sólo Jeff Nichols no flaquea después la excelente Take Shelter, sino que confirma que es uno de los mejores cineastas de su país y que está que se sale. Subjetiva de una manera más sutil que aquélla, más tranquila y menos neurótica (Michael Shannon no es protagonista y no se le va la olla), Mud se podría haber estrenado en cualquier década desde los 70 hasta ahora, e igual al no estar sujeta a modas no ha llamado tanto la atención. Demuestra, además, su respeto por la tradición, usando el Help Me Ronda de los Beach Boys como ese ingrediente fundamental que resume el plato y que lo eleva a la vez.
Upstream Color (2013)
De verdad que no creo que Upstream Color sea difícil. Quizá acostumbrados a que una película tenga que explicárnoslo todo, nos sentimos frustados con la primera elipsis o con el primer suceso importante sin exposición, y aburridos si hay más de uno. Pero la historia en Upstream Color está bastante clara para cuando acaba. De hecho, a diferencia de Primer (el largometraje anterior de Shane Carruth, independiente donde los haya, convertido en película de culto) Upstream Color es más sinousa en cuanto a sus personajes, cuyos deseos y motivaciones sólo podemos intuir, y mucho menos compleja en la trama, que aunque elíptica y evasiva recordando a Malick, dista bastante del imposible rompecabezas de la primera.
Upstream Color, que no se ha estrenado en España y no llega al medio millón de dólares en los cines de Estados Unidos, es una película sobre la crisis de los cuarenta, la alienación y la soledad que la acompaña y la posibilidad de encontrar el amor en esa soledad compartida. De una sensibilidad extraña que mezcla la ciencia ficción, la intriga y el drama evocando emociones en lugar de explicarlas, merece mucho mayor difusión de la que ha tenido aunque sólo sea para recordar las posibilidades que ofrece el cine, y como ejemplo de lo que la visión y la perseverancia de un artista (aquí Shane Carruth lo hace TODO) pueden conquistar.